“No te molestes, la gente no cambia”. He oído este comentario montones de veces. Llámame optimista o ilusa pero ¿de verdad la gente no cambia? ¿Acaso tú no has cambiado? ¿Sigues siendo la misma persona que hace años? ¿Quieres seguir siendo igual toda tu vida?
Estamos más que habituados a oír hablar del cambio organizacional y de la importancia de gestionarlo correctamente para evitar la percepción negativa que tienen las personas del mismo. Es una forma de adaptación al entorno cambiante en que vivimos, qué digo adaptación, es una necesidad de la que sacar partido.
Al igual que en las organizaciones, nuestra vida no es lineal ni estática. Seamos de una manera o de otra, nos enfrentamos a diferentes etapas a lo largo de nuestra existencia. Todos hemos sido niños, todos hemos pasado por la adolescencia y todos nos hemos ido convirtiendo poco a poco en adultos. Hemos pasado de jugar y estudiar a trabajar y buscar otras distracciones y entretenimientos, todos nos hemos movido en diferentes círculos de gente, hemos conocido a multitud de personas, nos hemos emparejado, nos hemos separado, nos hemos acercado y distanciado, nos hemos relacionado, hemos establecido vínculos, hemos hecho y hemos deshecho. ¿Y de verdad no cambiamos?
La gente puede no cambiar sus valores o rasgos de personalidad, pero la gente madura, evoluciona, aprende y desaprende. La gente crece cada día, ve, escucha, habla, calla, absorbe, se empapa, transfiere, comparte, se relaciona, observa, analiza, piensa, proyecta, visiona, actúa y siente.
El cambio es algo positivo, no implica que perdamos nuestras raíces, nuestro ADN, implica que salgamos de nuestra zona de confort, que nos adaptemos a diversas situaciones y épocas, que nos reinventemos. El cambio implica lanzarse, atreverse, embarcarse.
¿Tú cómo has cambiado? Recuerda cómo eras con 10 años, cómo reaccionabas y cómo actuabas. Tu vida giraba en torno al juego y al colegio, a ese entrar y salir de amigos, a las vacaciones y a tu familia, al “corto liebre” y al “pide tú primero”.
Los años posteriores fueron una etapa de cambio absoluto, de revolución emocional y anímica, acompañada de ese vaivén de energías y sentimientos. Empezabas a conocerte, a descubrir cómo eran otras personas, a luchar internamente por ser comprendido, a satisfacer a los demás, a revelarte contra ellos, a pensar en qué serías de mayor y en si tus amigos estarían contigo para vivirlo.
Poco a poco te has ido convirtiendo en “mayor”, dando importancia a cosas que años atrás ni apreciabas y dejando pasar por alto aspectos que en su día habían alterado tus sueños. Comienzan otras preocupaciones, primero pensar, luego actuar, los cambios emocionales son menos frecuentes, pero mucho más duraderos. La sorpresa y la pasión son más selectivas, pero mucho más intensas. El ámbito profesional y el personal se enfrentan, se enredan y también se funden.
Hemos aprendido a caminar, a tropezar, a levantarnos, a conocer, a descubrir, a relacionarnos con diferentes personas y a adaptarnos, a no decir siempre lo que pensamos, a querer de otras formas y con otras intensidades, a apreciar detalles pequeños y reacciones inesperadas, a dejarlo pasar, y a prestar atención, a tender la mano, a expresarnos con claridad, a callar, a abrirnos al mundo pero también a cerrarnos, a subir y bajar, a conocernos a fondo y a ignorarnos, a jugar y a ponernos serios.
No creas que no tienes que cambiar, no dejarás de ser tú mismo. Nuestra esencia debe perdurar, aquello que nos hace auténticos prevalece sobre el resto, es nuestra sustancia, lo llevamos en nuestra sangre y nada ni nadie puede hacer que nos deshagamos de ello. Algunos son sinceros, otros tienen un gran sentido del humor, muchos son valientes, decididos, otros son honestos, otros pura energía, cabezotas, frenéticos, inteligentes, responsables…
Es nuestra identidad, nuestra etiqueta, cosida a nuestro cuerpo y grabada a fuego en nuestra piel. Es nuestra naturaleza, nuestra razón de ser. Pero las personas evolucionan y crecen, nuestro entorno y nuestras circunstancias nos afectan, nos adaptamos, reaccionamos ante situaciones y hechos y con el tiempo nos “accionamos” con antelación. Nuestras debilidades o nuestros puntos de mejora también vienen de serie pero podemos potenciarlos con el tiempo, podemos mejorar ciertos aspectos de nuestra forma de ser, la vida nos ofrece las herramientas y la experiencia para hacerlo, la voluntad depende de nosotros mismos.
Yo sí creo en el cambio como evolución, no creo en el estancamiento ni en el conformismo, mucho menos en la involución. Si queremoscrecer creceremos, si queremos adaptarnos nos adaptaremos y si queremos, en fin, vivir LA VIDA la viviremos.
Las personas cambian, afortunadamente. Algunos cambian para alcanzar un objetivo. Otros vagan sin rumbo y cambian cuando lo encuentran. Unos pocos deciden no hacerlo. Pero muchos cambian para mejorar, para progresar, para creer, para sentir y en definitiva, para VIVIR.
Imagen: fuente propia
José M García dice
En la siguiente no lo sé, pero en esta vida claro que se cambia y, lamentablemente, se cambia a base de palos.
Por lo demás, tal y como lo has escrito, creo que hay poco que añadir jeje.
Un saludo 🙂
Beatriz Valero dice
Gracias por tus comentarios José! Efectivamente, los “palos” y la experiencia nos hacen cambiar, aunque algunos prefieren “estancarse”, pero…por qué no cambiar también de forma proactiva?
Gracias por leerme! Un abrazo enorme!