Parece que el running está de moda y con ello, las inscripciones a carreras y las ganas de dejarse la piel en el asfalto. Los runners han estado siempre ahí, no en esa versión tan posh, tan sólo eran “corredores”. No siempre llevaban ropas de colores flúors y estampados imposibles, ni necesariamente se gastaban cientos de euros en una equipación de diseños custonianos. Pero su esfuerzo, su constancia y su superación han existido y existirán por los siglos de los siglos. (Amén por ellos).
Las carreras no son sólo cambios de estado en facebook, fotos cools en Twitter, o dorsales exhibidos con orgullo en entornos personales y corporativos. Las carreras son una lucha interior contra tu físico que lleva su propio ritmo, o contra tu cabeza, que mentalmente quiere llevar el suyo. El resultado depende del equilibrio entre ambos, del balance cuerpo-mente y de la coordinación de todo tu ser.
Además, las carreras no son sólo calzarse esas zapatillas flúor, ponerse la ropa de diseño futurista y el dorsal con imperdibles (mezcla de estilos, ya sabes). Las carreras requieren un entrenamiento previo, una preparación física y, en cierto modo, mental. Las carreras necesitan un aprendizaje anterior y entretanto. El esfuerzo que se realiza durante la carrera, debe ser la suma de los esfuerzos realizados a lo largo de una serie de horas de entrenamiento constante, ya que, de otro modo, ese esfuerzo se convertirá en “rotura”, en lesión e incluso, en fracaso, si nos ponemos dramáticos.
Sin embargo, no sólo hacemos carreras cuando nos calzamos las zapatillas. Lo mismo ocurre con nuestra carrera profesional, en cuanto a esfuerzo y entrenamiento se refiere. No obstante, cuando nos inscribimos a una carrera es porque, generalmente, hemos pasado un tiempo relevante entrenando, preparándonos para, después, realizar un esfuerzo mayor durante un periodo más corto de tiempo. Mientras que en el caso del trabajo, en muchas ocasiones la carrera es constante y el entrenamiento muy limitado por falta de recursos (tiempo). Esto genera un estrés y un agotamiento físico y mental importante, que puede tener consecuencias negativas en el medio plazo.
Al igual que ocurriría en una carrera, descuidar el entrenamiento puede llevarnos a generar resultados negativos o no alcanzar los que nos habíamos propuesto. No entrenar, no ejercitarnos cuando desempeñamos nuestra labor en la empresa puede llevarnos a cometer errores y, en consecuencia, “pagarlos”. Y lo mismo ocurre con el descanso y la recuperación, así como la alimentación, algo que descuidamos habitualmente cuando estamos sometidos a situaciones de estrés. En muchas ocasiones, no sabemos establecer prioridades y no escuchamos los mensajes que nos envía nuestro cuerpo. Nos enfocamos en un objetivo y nos olvidamos de los efectos que puede tener el tratar de alcanzarlo sin establecer una estrategia previa.
A diferencia de las carreras, de qué nos sirve llegar al final en nuestro trabajo si no hemos disfrutado de cada paso del camino, si los últimos pasos se han convertido en una verdadera lacra para nosotros y si, cuando por fin llegamos, apenas somos capaces de saborear el momento. Tenemos mucho que aprender de corredores y, ahora que nosotros también somos uno de esos “runners” por qué no tratar de extrapolar parte de nuestra rutina a nuestro ámbito laboral, por qué no recordar y disfrutar del apoyo de nuestra familia y nuestros amigos.
El éxito no es llegar a la meta, es ser capaz de superar pequeños retos y obstáculos del camino y, sobre todo, es ser capaz de que, alcanzada esa meta, podamos establecernos nuevas metas y superarnos hasta el fin de nuestros días. Y, sobre todo, recordar de qué nos servirá haber llegado si ya no tenemos con quién compartir nuestro premio.
Imagen: fuente propia
Julio Rodriguez dice
una verdad como un templo enhorabuena bea