¿Te dejas llevar por las primeras impresiones? En mi opinión, la mayoría de las veces resulta ineludible no hacerlo. Interpretando impresiones, no como imagen exterior o físico, sino haciendo referencia a actitudes o comportamientos que refuerzan o no, un hecho concreto que ha captado nuestra atención. Es decir, que alguien llegue tarde a una reunión, no te da derecho a juzgarle como un irresponsable. Ahora bien, que alguien llegue tarde a una reunión, entre sin llamar, no se disculpe y bostece constantemente, ¿qué te haría pensar de él? ¿no pensarías que es un impresentable? Inevitablemente, te generaría una impresión negativa que difícilmente podrías ver justificada.
En mi experiencia laboral, he realizado entrevistas de trabajo que reflejan claramente este tipo de situaciones y que, cualquier profesional de recursos humanos debería saber interpretar. Los nervios nos juegan malas pasadas y nos hacen decir o reaccionar de forma no deseada. Hay algunas respuestas a preguntas formuladas que no son las más adecuadas para la imagen del candidato, pero que, se entiende, son consecuencia de una situación que nos genera estrés porque nos importa.
Esas malas pasadas provocadas por nervios habitualmente se pueden corregir o minimizar a través de una actitud sincera: denotar entusiasmo por trabajar, mostrar interés por el puesto solicitado y la organización, revelar compromiso hacia un proyecto, exponer una postura optimista y luchadora …son actitudes que siendo francas, acaban paliando esas primeras impresiones menos positivas y generando una proyección más sólida y creíble.
Controlar y manejar las impresiones o sensaciones que transmitimos no consiste en fingir ni actuar. Generar una buena impresión consiste en presentar una imagen correcta (no desaliñada, limpia, discreta) y en comportarte de forma sincera, transparente y de acuerdo a tus verdaderos intereses y valores, teniendo en cuenta tanto el lenguaje verbal como corporal. No nos ponemos una careta, pero estarás de acuerdo conmigo en que las personas debemos ser capaces de adaptarnos a las diferentes situaciones en que nos vemos inmersos, manteniendo nuestra personalidad.
Las impresiones no nos permiten conocer en profundidad a una persona y, por ello, podemos equivocarnos. Además, tendemos a confundir impresión con juicio, sin tener la más remota idea de las circunstancias personales del individuo. Por ello, es importante observar la actitud de la persona desde el desconocimiento de su realidad y desde la mayor objetividad posible, y no extraer conclusiones precipitadas. Estoy segura de que, en más de una ocasión, alguien te ha sorprendido una vez que has tenido la oportunidad de conocerle en profundidad, sea para bien o para mal.
Ahora bien, llevamos una vida en la que el estrés y las prisas están a la orden del día y ,en ocasiones, cinco minutos son determinantes para hacernos valer y para darnos a conocer (o al menos, a recordar). Por ello, es importante cuidar y controlar la impresión y la energía que transmitimos. Se trata de sentido común, de ser sincero y claro, de hablar cuando sea necesario, pero también de callar cuando proceda y de ser prudente.
Inevitablemente, esa conversación de cinco minutos será determinante para forjarnos una imagen y una marca y transmitirla a los que nos rodean. A veces, detectar una oportunidad y alcanzar el objetivo es cuestión de minutos, si sabemos gestionar la comunicación y el tiempo adecuadamente. Sólo aquellos inteligentes serán capaces de apreciar tu talento en unos minutos si tú eres capaz de impresionarles gratamente unos segundos.
Beatriz Valero
Imagen: publicdomainpictures.net
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