“¿Quién ha sido el mejor jefe que has tenido?” Esta pregunta me la hicieron hace dos años, en una entrevista de trabajo y, a pesar de no esperármela, en apenas unos instantes contesté con total seguridad y sin premeditación alguna: había sido él, en momentos el más “odiado”, en momentos el más querido. Había sido un verdadero líder.
No había sido el jefe más amable, ni el más cercano, ni el que más motivaba al equipo a través de palabras entusiastas. Simplemente había sido la persona que me había hecho crecer, con unos u otros métodos, pero que me había hecho madurar y, sobre todo, me había hecho pensar por mí misma y tomar decisiones.
Está etapa de mi vida profesional fue ya hace algún tiempo, cuando yo era una pipiola que poco sabía del funcionamiento de las grandes organizaciones. Pasé de sentirme fuerte, con energía y seguridad, a sentirme bastante más pequeña y algo más estúpida también…pero esa bajada en el escalafón me sirvió para subir con mayor potencia. A veces es necesario caer un poquito, bajar esos humos que tan pronto se vienen arriba, mirar hacia lo alto y comenzar a subir, con paso firme, decisión y también cautela.
Y una vez bajé, para después subir, pude darme cuenta de que mi mochila pesaba un poco más y, gracias a él, me llevé conmigo 4 aprendizajes que me gustaría compartir con vosotros:
1. Muerte por desorden: muchas personas, incluida yo, dicen aquello de “dentro de mi desorden tengo orden”. El problema viene cuando alguien ajeno a tu caos ordenado trata de acceder al mismo. Aquello no hay quien lo aclare. En conclusión, es esencial ser ordenado para alcanzar los objetivos y poder trabajar de manera individual pero también en equipo.
2. Piensa, luego ejecuta: eso del “día a día me come” le ponía de los nervios y nos hizo ver que gran parte de los errores o la falta de resultados esperados venía dada por la ausencia de reflexión previa a la ejecución de la tarea. Algo tan simple como preguntarse “para qué” puede cambiar sustancialmente la forma de ejecutarla y, en consecuencia, el resultado obtenido.
3. Gestiona los tiempos: los deadlines o plazos límite van de la mano con cualquier tarea y son algo que debes asumir, negociar y cumplir.
4. Ponle una pizca de picardía: con picardía no me refiero a “mala leche”, sino a lo que llamaríamos ser “avispado” o ponerle “ojo avizor”. En ocasiones, ser previsor o valorar diferentes escenarios ayuda a gestionar los puntos anteriores.
Lo que quiero transmitir con este post, además de los cuatro aprendizajes, es la importancia de contar con un sabio experienciado con actitud de líder a tu lado para quedarte con lo mejor de él y aprender de sus propias áreas de mejora; así como las consecuencias positivas que puede llegar a tener trabajar bajo presión y con altos niveles de exigencia. Dos conclusiones al respecto extraje yo unos meses después de despedirme de él:
1. Hay personas en la vida que no valoramos lo suficiente mientras están cerca por el mero hecho de que actúan de una manera que a priori no nos satisface o no compartirnos, como los padres en nuestra época adolescente. Sin embargo, tiempo después, te das cuenta de que todo lo que hacían, lo hacían por sacar lo mejor de ti y por hacerte ver las cosas desde otra perspectiva más objetiva que te permita tomar decisiones por ti mismo. Esa es precisamente la labor del líder en el equipo.
2. Que la presión agobia, estresa, incluso saca tu lado oscuro y te agota completamente. Pero que también puede exprimir tu capacidad resolutiva, tu ideas más innovadoras y tus mejores resultados, además de generarte una buena armadura y nuevas herramientas para lo que está por venir.
En la vida me he cruzado con personas mejores o peores, más o menos afines, pero si aun las recuerdo es porque me dejaron alguna que otra lección, ya sea cómo hacer las cosas o cómo no hacerlas. Los aprendizajes no sólo se extraen de situaciones positivas y momentos que disfrutamos con personas que nos agradan, sino que son precisamente esas etapas más duras las que nos hacen replantearnos nuestros objetivos y encaminar nuestras decisiones. Los sabios experienciados están ahí y, aunque no compartamos gustos ni personalidad, rodearse de ellos siempre nos ayudará a desarrollarnos y crecer como personas y profesionales.
Beatriz Valero
Imagen: morguefile.com
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