Ya no creo en los propósitos de año nuevo, que si gimnasio, que si estudiar, que si dejar de fumar… Tonterías, ¿qué cambia de diciembre a enero? Los propósitos deberían acompañarnos cada día y llevar a cabo acciones para alcanzarlos debería ser algo integrado en nuestra rutina, continuo, casi automático y renovable.
Sin embargo, sí creo en momentos del año que pueden ser clave para recapitular un poco y poner orden, cuando nuestro estado emocional acompaña a hacerlo. Más allá de escribir un listado de propósitos, los momentos de descanso son para salir de la rutina haciendo cosas que nos indican que estamos en momento de vacaciones, tiempo de desconexión.
Me encanta el verano y todas las posibilidades que ofrece. A veces siento que llevo todo un año esperando a que llegue este magnífico momento. Tampoco es una gran novedad, sigo haciendo muchas de las cosas que hago durante el año: comiendo con la familia cuando puedo, tomándome la cervecita con mis amigos, haciendo ejercicio, descansando, moviéndome por diferentes puntos de interés, etc. Nada extravagante ni extraordinario, salvo porque es un momento en que me siento absolutamente feliz y plena. Creo que es pura consciencia. Consciencia de una vida inmejorable con gente maravillosa a mi lado.
El verano me ayuda a apreciar que cada detalle cuenta y a vivirlo con mayor intensidad. Miro a mi alrededor, veo el mar, esta playa de piedritas, las casas blancas que bordean la costa, el acento de la gente, sus costumbres, y también las mías en cuanto pongo un pie en este lugar. Entonces todo lo oscuro, el cansancio, la maraña de frustraciones y quejas, el estrés, las prisas… adquieren luz o, sencillamente, se esfuman.
Todo cobra sentido y disfruto como una enana, como lo hacía hace 25 años.
Paro, descanso, dormito, pienso fuerte, observo, disfruto y en ese trance siento que por fin todo fluye, me cargo de energía hasta la última rayita y de repente todo se activa, crece y quiere salir al exterior, convertirse en algo. Como este post, como las ganas de reirme con los que me rodean, como la necesidad de darme un baño, de empujar este blog y convertirlo en un modo de vida, trasladando todo lo que genera mi cerebro en algo más valioso, convertir todo el estrés en algo productivo.
Así que aquí estoy, en un verdadero momento de flow, donde el tiempo vuela y me esfuerzo por saber a qué huele. Como si no hubiesen pasado esos veinti pico años.
No es cuestión de una agenda de planes que me sirva para demostrar lo bien que me lo monto. A veces es cuestión de coger carrerilla y empezar a correr cuando refresque.
Feliz verano, sea cual sea tu plan, que te sirva para regalarle a tu mente y a tu cuerpo una rutina de optimismo, energía, cero presiones, no compromisos, días de no-estrés ni planificaciones. Que cada pensamiento y análisis se lo dediques a lo que te llena o a encontrar qué es, y dejes a un lado la mala necesidad de tener de ocupar el tiempo con cualquier cosa. Llénalo de aire, de cuatro risas y de valorar y disfrutar las cosas como si no hubiera otro verano.
Beatriz Valero
Fuente imagen: Unsplash.com – por Nicolai Dürbaum
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