Es la hora, el niño sale al patio y comienza a correr, pero entonces tropieza y cae y todos se ríen.
El segundo día sale y empieza a correr, pero vuelve a tropezar y cae y todos se ríen de él, de nuevo.
El tercer día el niño corre y corre, y cuando empieza a cansarse tropieza y se cae, todos se ríen de él, y él también decide reír.
Y en silencio, casi a escondidas lo intenta de nuevo, con la vergüenza al acecho esperando el tropiezo, pero pasan los minutos y no cae y, entonces, resurge la esperanza.
Y consigue que esas ideas, esos números y esas palabras cobren fuerza gracias al impulso de su esfuerzo físico, para darse cuenta un día de que ya nadie puede reírse de él. Ahora le rodean las miradas, miradas que infunden respeto, confianza y admiración, gracias a su perserverancia y autoconfianza. Es entonces cuando se da cuenta de que ha superado sus miedos y ha ganado la competición más dura que pueda haber: la inseguridad y la frustración.
Gracias a los que me sujetasteis la mano al correr y me disteis palabras de ánimo. Gracias por hacerme creer que yo sí podía.
…Y para el resto…los retos son alcanzables y las herramientas para lograrlo son el apoyo y la confianza, reforzar las limitaciones sólo lleva a la desmoralización de las personas.
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