Nunca había reparado en la importancia que puede llegar a tener hacer una pausa. Sí, algo tan simple como ese botón de dos rayas verticales que nos permite parar una película para atender una llamada o algo tan simple como tomarse un respiro.
Hay una empresa maravillosa dedicada al Liderazgo, que desarrolla programas de aprendizaje muy recomendables en los que un cuenco tibetano se convierte en el casi protagonista de la jornada (después del propio individuo, claro está). Este cuenco marca las pausas, pausas o puntos y aparte que indican cuándo finaliza una dinámica para continuar con la siguiente, y más allá de ello, cuándo nuestra mente debe hacer una parada para “refrescarse” y comenzar de nuevo, con claridad y limpieza. Ese sonido eterno e infinito que produce el cuenco, nos hace concentrarnos tan sólo en ello, sin pensar en nada más, para comenzar así una nueva etapa con energía renovada.
Y es que las pausas son puntos y aparte pero seguidos, que nos sirven para no pensar en nada y, después, poder pensar así con claridad, y poner de nuevo foco en nuevas experiencias y objetivos.
Cuantas veces no habrás tardado ni medio segundo en dar una contestación o protesta para después haberte arrepentido, tan sólo un minuto después. Si simplemente hubieses sido capaz de pausarte unos segundos, despejar tu mente de ese ovillo de pensamientos negativos o confusos y volver a hablar con la mente calmada, pausada, reseteada. Porque cuando nos pinchan, cuando nos provocan, cuando nos critican o, simplemente, cuando nos dicen algo que duele o no agrada, reaccionamos y nos defendemos. Pero a veces, una pausa a tiempo, un cuenco tibetano de acordes infinitos puede hacernos pasar de la defensa y el ataque a la argumentación y debate, al razonamiento e incluso a nuestro propio cuestionamiento.
Porque una pausa a tiempo, nos puede hace pasar del enfado y la rabia al “no malgastar energías”o , mejor aún, a reenfocar nuestros esfuerzos. Y porque la pausa nos permite mejores palabras pero también más sólidas y eficientes, centradas en mi persona pero también en la que tengo delante, en los intereses enfrentados y en los objetivos comunes.
De la misma manera en que paramos una película que nos mantiene entretenidos y atentos porque alguien quiere hablarnos y merece ser escuchado, ya que todos sabemos que si dejamos de fondo la película y no la paramos terminaremos oyendo a lo lejos un “¿me estás escuchando?” Dale al pause, gira la cabeza, mira a los ojos y tan sólo esfuérzate en escuchar las palabras, en leer los gestos y en entender las emociones.
Las pausas y reenfoques son parte de nuestro día a día, de nuestro entorno, de las personas que nos rodean y se cruzan en nuestro camino, pero también de nuestros proyectos, de nuestro orden habitual, de nuestra capacidad de aprendizaje y “absorción” continua y, sobre todo, de nuestras decisiones. Recuerda que el resultado de las decisiones que tomes únicamente tendrá sentido cuando hayas sido capaz de hacerlo desde la consideración sosegada y consciente, independientemente del desenlace. Lo hecho hecho está…pero que sea de la mejor manera posible.
Beatriz Valero
Imagen: morguefile.com
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