Hace unos días, me dio por pensar en que a veces, basta con poder cruzar una mirada con alguien para intercambiar montones de palabras. Y, como decía, me dio por pensar. Me dio por pensar en lo bonito e increíble que es eso que muchas veces flota en el ambiente sin apenas percibirlo, la complicidad.
En esta reflexión me preguntaba por qué, en ocasiones, pasan personas por nuestra vida que no etiquetamos como amigos íntimos pero con los que en realidad compartimos momentos privados y confidencias que no podríamos compartir con nadie más.
Es increíble cómo puedes llegar a alcanzar casi la misma complicidad que tienes con tu hermano tras años de convivencia, con una persona a la que conoces desde hace relativamente poco tiempo. Y es increíble cómo en tan corto tiempo, eres capaz de conocer a una persona como si lo hicieses desde hace años y aferrarte a su presencia como si pudiese escaparse de tus manos en cualquier momento.
La complicidad no es cuestión de amistad, es cuestión de entendimiento y conexión. Porque la complicidad son dos cosas básicas: emoción y resultados.
Y digo emoción porque ese contacto visual transmite más que cualquier conversación, y ese codo con codo genera más conexión que cualquier otro parentesco. Y digo resultados, porque la complicidad se sirve, no sólo de sentimientos, sino también de un objetivo común, que bien puede ser comunicar, trasmitir o crear, pero al final genera resultados comunes.
En ocasiones puedes tener más complicidad de la que crees con personas con las que poco tienes en común, pero esa conexión va más allá de similitudes personales, se trata de un entendimiento común en el que sobra cualquier léxico.
En la vida, la complicidad nos llena de sentimientos, nos mantiene vivos y es la base de muchas de nuestras relaciones personales más queridas. En el trabajo, la complicidad es una fuente de colaboración y mano a mano. No importa si los caracteres o perspectivas son diferentes, lo que importa es que esa conexión supone una mayor eficiencia y un foco claro hacia un objetivo común.
La complicidad va ligada a un contexto, a un escenario concreto, remando juntos hacia una meta común aún sabiendo que no podrías hacerlo en otra situación. Se trata de algo que fluye en determinadas circunstancias y no tiene por qué hacerlo en otras.
La falta de complicidad y conexión, no hace otra cosa que poner barreras al trabajo en equipo y entorpece cualquier acción conjunta, generando en el ambiente falta de entendimiento, de comprensión, individualismos y desmotivación. Pero esa chispa puede fluir automáticamente o no, por ello, el líder debe estar atento y ser el motor de conexión, el promotor del entendimiento común y la balanza y el punto de equilibrio de los miembros del equipo.
Beatriz Valero
Imagen: morguefile.com
Me encantaaaa…
Muchas gracias Laura!
Hola Beatriz. Me ha encantado tu artículo!! La complicidad conecta muchas emociones a la vez! Estamos en la era del marketing de emociones! Una gozada descubrir tu blog!
Gracias Blanca! Es un verdadero placer tenerte de lectora. Un abrazo!