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Millennials, atrévete a llamarles vagos

9 diciembre, 2015 Por Beatriz Valero

Millennials, la camaradería de una generación que sufrió y vivió cada minuto de la crisis financiera desde una perspectiva diferente, pero no menos importante. No tan dolorosa, no tan peligrosa y no tan devastadora, pero sí muy frustrante. No tan grave a corto plazo, ni tan dañina a largo, pero sí con consecuencias que se han ido generando a lo largo de los años.

Nacidos entre 1981 y 1995. No tenían hijos ni hipotecas, no les preocupaban los años cotizados, pero tenían ilusiones y energía a raudales y, sobre todo, tenían confianza. Confianza en sí mismos y en un sistema educativo que les preparaba y les abría las puertas a un mercado que les recibiría con los brazos abiertos y donde ellos se aferrarían con fuerza y sudor, dando lo mejor de sí mismos.

Algunos decidieron cambiar su rumbo geográfico, sectorial e incluso funcional. Pasando de aquel escritorio reluciente lleno de bolis y papeles, a un mostrador y una gorra con olor a carne a la brasa. Y esos millennials han dado lo mejor de sí mismos, acordándose cada día de aquel sistema educativo que era la única llave a esa profesión que anhelaban, sin contar las noches en vela que habían sucedido a esa etapa, cientos de cafés antes de una prueba de fuego a principios de verano que ponía los nervios a flor de piel durante tres días para alcanzar la mayor nota media. Horas y horas en una biblioteca en la que había que hacer cola para coger un buen sitio. Compañeros de fatigas que compartían apuntes y temario. Descansos en los que se fantaseaba con el futuro exitoso, imaginándote con la corbata o la chaqueta, con la bata o la maleta, donde se visionaba una trayectoria clara y una cara sonriente.

Tuvieron que reinventarse, empezando por aprender una lengua en un país extraño y frío, donde se sintieron por primera vez un tanto inmigrantes, y siguiendo por nuevas materias esperanzadoras y becas interminables que caían como agua de mayo. Horas y horas de esfuerzo y esperanzas por un pequeño salario que se incrementaba más despacio que la edad. Los años pasando y los 30 acercándose, preguntándote qué hubiera sido de ti sin ese sistema educativo, sin esos meses de lengua extranjera, sin esos cafés a días del examen.

Quizás tu futuro habría tenido menos baile fechas en “experiencia” o menos líneas en “formación adicional”. Quizás tus cartas de cotización habrían abultado tres hojas. Pero quizás las habilidades y competencias profesionales también se habrían desarrollado de otra manera. Si hay palabras que se nos han grabado a fuego con la crisis son resiliencia, reinventarse y aprender.

Una generación con nombre anglosajón que ha sido tachada de “vaga” y malcriada en más de una ocasión. Disculpen mi osadía pero mi concepción de vaguearía no incluye nada de lo que hemos hablado anteriormente. El que es vago no se tira años acumulando créditos académicos, trabajando a destajo en un restaurante de alguna capital europea, exprimiendo cada minuto de una beca como si eso le garantizase un contrato indefinido, repasando de manera interminable decenas de phrasal verbs, presentando proyectos delante de un jurado o invirtiendo en un diseño contemporáneo de un curriculum que le permita diferenciarse dentro de la inmensa mole de homogeneidad y titulitis. No, aquellos a los que habéis etiquetado como Millennials y tachado como poco productivos, rinden y pelean mucho más que algunos de generaciones anteriores que visten relojes corporativos de plata y oro. Su forma de trabajo se basa en la eficiencia, en la generación de sinergias y el emprendimiento, en buscar y generar soluciones a través de redes de confianza.

Se trata de una generación reinventada a la fuerza, con más recursos y alternativas que ninguna otra, con más perseverancia, flexibilidad y adaptación al cambio y con menos conformismo después de varios años de siembra. ¿Acaso no es justo? Tan sólo esperan su recompensa, su sueño frustrado en el año de graduación, con un birrete lleno de polvo e ilusiones aparcadas pero no olvidadas. Simplemente esperan hacerse un hueco, ser alguien dentro de una multitud, aportar su esfuerzo y su talento, proponer. Pero también buscan vivir y ven justo y necesario disfrutar de su vida. Esa vida que han tenido que reorientar y readaptar una y otra vez,  y en la que desarrollarse y aprender no va ligado a ningún ámbito en especial ni a ninguna etapa, sino tan sólo a su propia filosofía de vida. Son la generación Y, los famosos millennials, y ahora, atrévete a llamarles vagos.

Beatriz Valero

 

Imagen: morguefile.com

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Comparto mis reflexiones, ideas y aprendizajes para estimular el desarrollo personal desde una visión humana y también profesional. Me dedico a las Personas, mundillo más conocido como Recursos Humanos

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