No he podido evitar retomar esto. Ha pasado mucho tiempo, demasiado, en el camino se han quedado muchos borradores de posts nunca publicados… No me convencían, no los terminaba, no veía el momento de publicarlos, etc. Mi vida ha cambiado mucho desde entonces, han pasado tantas cosas… Y ahora nos ha cambiado definitivamente a todos.
El confinamiento nos ha hecho ver las cosas de otra manera, reflexionar, valorar lo importante. Mi vida familiar confinada es dura, compaginar trabajo con un bebé es agotador y muy muy difícil de compatibilizar, al menos como a mí me gustaría. Ni estoy al trabajo, ni estoy a mi hijo. El cargo de conciencia por no atenderle como merece es doloroso, y el miedo a no llegar y a no a dar lo mejor en el trabajo es latente.
Esta vida es diferente y muchas veces he pensado que no es real. Pero, sin embargo, es justamente todo lo contrario, esto es más real que nunca. Quién nos iba a decir que en estar circunstancias precisamente iba a aflorar lo más importante. Y sí, amigos, la vida era esto… Y nosotros sin saberlo…
La vida es cada pequeño gesto que hasta ahora nos pasaban inadvertidos. La vida es amor, amistad, cariño, pasión, generosidad… Y también son sonrisas, abrazos, brindar, celebrar, echar de menos, darnos la mano, reír juntos y también llorar, mirarnos a los ojos, apoyarnos, contagiarnos de la emoción del otro… La vida es ser capaces de valorar cada cosa que ocurre a nuestro alrededor, de vivirla y de disfrutarla.
Cuántos domingos he ido a comer a casa de mis padres, o de mis suegros, como un fin de semana más, aperitivo, comida, cafelito y para casa. Y así muchas semanas. Lo que daría ahora por poder sentarme en la misma mesa que ellos, por tirarme al suelo con mis sobrinos… Cuántos paseos nos hemos dado en familia que ahora anhelo como si nunca hubiesen ocurrido, hace tanto tiempo que no caminamos los tres juntos…
Tantas cañas compartidas en una terraza y tantas cenas juntos, un “nos tomamos una rápida y para casa”, rutinas de fin de semana en demasiadas ocasiones con un teléfono en la mano, con la cabeza en otro lugar…
No necesitaría más, no quiero grandes planes, ni viajes, ni fiestas. Tan solo disfrutar de lo que tengo. De ellos, de los que siempre han estado ahí, aunque no les viese todos los días o todas las semanas, a los que ahora no puedo echar más de menos. El plan es la excusa, la razón es conversar mirándonos a los ojos y reirnos a la vez, cruzar una mirada de complicidad, comentar una y otra vez las mismas anécdotas, sin cortes de voz ni pausas de conexión, sin prisas ni horarios.
Ahora que parece que vemos un poco la luz al final del túnel, el deseo, la ilusión, el entusiasmo por tener la oportunidad de ver a los míos es cada vez mayor. No sé si podré rozarles con mis dedos, pero poder sentir su calor y su cariño a metro y medio ya me transmite energía. Como si fuéramos niños, visualizo en mi cabeza ese momento una y otra vez, me invade la emoción y los nervios, se me dibuja una sonrisa en la cara.
Aunque no podamos vernos la sonrisa, nuestros ojos y nuestro cuerpo hablarán por nosotros, nuestra voz sonará más cálida y más real que nunca y parecerá que el tiempo se haya parado un instante.
Y cuando todo esto termine, solo espero que no lo olvidemos nunca, que está experiencia se quede grabada en nosotros, en la manera en que vivimos y apreciamos todo lo que nos rodea. Sólo espero que recordemos que después de todo, la vida era esto.
Beatriz Valero
Fuente imagen: Unspalsh.com (Tyler Nix)
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